que crean momentos únicos que influyen inconscientemente en nuestra decisión de compra. Ocurre todo el tiempo, caminamos por la calle y al pasar en frente de una cafetería el aroma de un rico café nos sorprende.

Bien llega a nuestra nariz, estimula nuestro cerebro y caemos en la tentación de comprar. Una situación parecida se presenta cuando visitamos la panadería de barrio y el olor de pan recién horneado nos hace sucumbir a nuestros instintos más primitivos.

En la lucha por las ventas, el uso de aromas se ha convertido en una herramienta valiosa para atraer y conquistar a los consumidores.

Dicen los estudios que recordamos el 2% de lo que oímos, el 5% de lo que vemos y 35% de lo que olemos. En efecto, el olfato es el sentido que genera un mayor nivel de recuerdos. Esto se debe a que el olor recorre un camino muy corto para alcanzar la zona del cerebro responsable de la memoria.

Además, se ha demostrado que el olfato es el sentido más emocional y que por lo tanto las emociones se asocian con mucha más fuerza que cualquier otro estímulo, creando recuerdos aromatizados. Estos recuerdos, buenos o malos, quedan grabados en nuestra memoria y afloran cuando el olor se repite nuevamente.

Así entonces, al encontrarnos con un olor conocido, nuestro cerebro lo reconoce y dispara una respuesta automática condicionada por nuestra experiencia olfativa previa, es decir, muchas veces compramos lo que compramos, sin saber el porqué, simplemente lo hacemos y punto.